Así los aspectos más mecánicos de la alquimia, llamados magia, han sido empleados durante siglos por aquellos que han usado su conocimiento de las leyes de Dios con fines egoístas. Esto fue demostrado en la corte del Faraón, cuando Arón, verdadero alquimista del Espíritu, fue desafiado por los magos, que arrojaron sus varas, que también se convirtieron en serpientes.
Los aspectos mecánicos de la ley se combinan a menudo con trucos para producir fenómenos que a los ojos de Dios o tienen significado alguno. Una vez que un hombre ha alcanzado la posición de verdadero adepto espiritual, ha desarrollado ya los poderes del Amor y la sabiduría dentro del marco de la ley universal. No hace daño a nadie y sus enseñanzas alquímicas reflejan su abnegación.
Entonces los milagros que realiza son mucho menos importantes a sus propios ojos que el milagro de su unión con su Creador.
Así que, ahora que estamos ante el altar, el lugar consagrado a la ciencia del cambio maravilloso, debemos examinar las dos vías que tenemos delante. La primera es elegir un procedimiento basado en el conocimiento más elevado que se nos haya dado a conocer.
Decidimos qué deseamos cambiar. Decidimos por qué necesita que se cambie. Esto le da fuerza motora a nuestro experimento alquímico.
Al mismo tiempo, reconocemos las limitaciones del conocimiento del hombre y la superioridad del Yo Divino y de los hermanos mayores de Luz que lo asisten en la elaboración de su destino individual. Por consiguiente, el segundo procedimiento es estar al tanto de que el cambio correcto puede producirse sin el conocimiento consciente de lo que dicho cambio debería ser.
Sencillamente invocamos de Dios la pureza de Au plan divino para el cambio correcto.
En otras palabras, ordenamos, en nombre del SEÑOR –cosa que, como co-creadores con Dios, el hombre tiene derecho a hacer--, una precipitación alquímica de los dones y gracias del Espíritu que detonarán al hijo bienaventurado de las cualidades del Cristo, haciéndolo más capaz como alquimista Espiritual y más integrado al plan universal. He encontrado que, siempre que se utiliza la segunda técnica alquímica, fortifica la primera invocación (acción invocada) y llena los vacíos en el caudal de conocimiento del hombre, cubriendo su ignorancia con el manto de la verdadera espiritualidad.
Cuando estemos ante el altar, conscientes de las realidades de Dios y del potencial que existe para que se realicen en el hombre, tomemos en cuenta también a los seres magistrales que ya se han ganado la habilidad de producir cambios a voluntad. Con toda seguridad, la asistencia de quienes han tenido éxito en las artes alquímicas será invaluable en la producción del fruto de nuestros deseos. Caben aquí perfectamente las invocaciones y plegarias de nuestra elección.
Con una percepción en la ley, con la fe en su función impersonal y un propósito decidido de que una vez que se haya desarrollado la fórmula la manifestación deseada debe aparecer en la forma, procederemos con este asunto de crear cambios.
Ahora bien, uno de los medios más efectivos para producir cambios –y este que os doy a conocer aquí es un secreto profundo y maravilloso guardado por muchos adeptos de Oriente y Occidente--, es a través de lo que llamaré la “creación de la nube”. San Pablo se refirió a una “nube de testigos”. Yo me estoy refiriendo a una nube de energía infinita que, algo así como el éter tan propagado por los científicos hace un siglo, está presente en todos lados, pero no se manifiesta en ningún lado hasta que se le llama a la acción.
A la primera lectura, a quienes tienen una mente empírica – y que son hábiles sólo en los aspectos materiales de la ciencia y en lo que los sentidos pueden percibir – estas observaciones les parecerán un montón de tonterías. Si hay quienes piensen así, no puedo más que compadecerme de ellos.
No puedo ayudarlos, ni me pide la ley que me disculpe, pues he demostrado este principio infinidad de veces con muchísimo éxito.
Y creo que allí donde los grandes adeptos no lo utilizan conscientemente, está autorizado en ellos a través del contacto con la Mente Superior. Pero para la mayoría de nuestros estudiantes principiantes e intermedios será esencial que aprendan cuidadosamente la nube y luego esperen hasta que su aparición se convierta en un proceso automatizado en su ser.
Continuaré la semana próxima con esta muy importante actividad: “¡Cread!” y la nube.
Hacia adelante,
Saint Germain.
Paola Wlack
Mahanbir Kaur*
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