Haceos la siguiente pregunta: ¿es prudente que contaminéis la Identidad Divina con las intromisiones de la obstinación y de la autocomplacencia? Haceos esta pregunta: ¿habéis dado realmente al padre una oportunidad, o ha sido el vuestro un intento vacilante, de estira y afloja, de realizar a Dios?
No hay nada complejo acerca del origen del alma y su presente comuniuón con Él. Volverse como niño, entonces, como veremos en nuestra próxima lección, es preparar el camino para la más grande manifestación alquímica.
Ahora bien, la alquimia no es brujería; no es disidencia. Es el ejercicio de un control estable, planeado pro Dios, de la naturaleza, y abarca mucho más de lo que los hombres imaginan. Gracias a la alquimia podéis llegar a despojaros de vuestras ansiedades, pero antes debéis edificar una montaña de fe para contrarrestar los pensamientos negativos del mundo, que son en primera instancia los responsables de los fracasos del hombre.
¿Cómo es esto? Cada vez que los individuos tienen un fracaso y lo lamentan, cada vez que tienen un problema y se afligen, en vez de encomendárselo al padre, cada vez que los individuos se sienten agraviados por sus problemas y no los ven como el retorno de su karma o como una prueba, sino como un acto de la Deidad a la cual desafían, acumulan en sus propios mundos frustración, resentimiento, ansiedad y confusión. Y estos moméntum traen a su propia puerta las condiciones negativas del mundo exterior.
Si alguna vez hubo un enemigo secundario de la ansiedad, ése es la confusión. Ésta, también, puede y debería ser curada por los fuegos de la mente crística. Pues sabemos que la mente crística es serena, y sin embargo, capaz de concentrar las energías ardientes del Creador para derrocar al mal tanto en el yo como en la sociedad.
Pero aclaremos que éste es un fuego cuya quemazón es controlada por la mente. Puede ser despacio o rápido. Puede saltar como tierno venadillo y tomar su libertad, su dominio, su control divino, o bien puede quedarse en el aire como jeroglíficos de llama viva y decir a todos los que quieren impedir la manifestación alquímica: ¡hasta aquí!
Os insto a considerar, pues, las pozas de pensamientos negativos del mundo con vistas a desenredar vuestras energías y vuestras actividades de compromisos con las energías mal calificadas ahí contenidas. Y os insto a tomar la resolución divina de que limpiaréis vuestra conciencia por dentro y por fuera de toda sustancia residual que se encuentra allí como resultado de vuestro contacto con los pozos ciegos de la conciencia humana.
La ansiedad debe desaparecer. Debe ser remplazada por la fe y la confianza solemne en el funcionamiento del plan divino. Yo os digo que saber esto con la certeza ¡es un estado de felicidad! Cuando comencéis a comprender plenamente lo que quiero decir, veréis que el desarrollo de esta confianza en lo real es una de las mejores maneras en que los impedimentos del éxito en la alquimia pueden ser vencidos. De hecho, todos los impedimentos de la vida abundante podrían ser derribados cuando dejéis de luchar “como quien hiere el aire”, como dijo San Pablo alguna vez.
Nacisteis para ganar, y digo esto para contradecir el embuste de que el hombre “nació para perder”. Y estáis dispuestos a hacer la afirmación “el YO SOY en mí nació para vencer” como un acto de fe suprema, ésta superará la conciencia humana de fracaso –lastre mortal de pecado, si alguna vez hubo uno.
No importa qué problemas hayáis enfrentado, pues aun las situaciones más deplorables se rendirán al poderoso campo energético de potencia divina que se levantará por vuestra práctica de la alquimia espiritual. Pero, ¿por qué tendría el hombre que atraer las energías de Dios para la experimentación alquímica y la creación, cuando su propio mundo todavía está lleno de las creaciones contrahechas de la mente colectiva y de la cizaña de su jardín, que van a asfixiar sus esfuerzos ya destruir el buen fruto también?
No quiero decir que no deberías continuar vuestros experimentos con la nube. Lo que sí quiero decir es que deberíais entender la dualidad de la vida y daros cuenta de que las ansiedades deben desaparecer. Pero para que esto pueda ocurrir debéis tomar la decisión consciente de que así será. Y si así lo hacéis, os prometo que vuestros experimentos no sólo serán más puros y más exitosos, sino también que producirán felicidad y sus frutos para vosotros y para toda la raza humana.
¡Ah, tenemos tanto aún, pues cada Maestro ama a cada hijo-siervo!
Por la libertad para todos, quedo
Saint Germain.
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