En verdad, “cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado en el corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para aquellos que Le aman”. ¡Qué lástima que no haya más hombres que puedan despojarse de ese falso sentido del bien lejano y futuro! Los secretos de la vida han de encontrarse aquí abajo como arriba. El transformar los metales básicos en oro sólo producirá belleza y riqueza terrena.
Pero el transformar la naturaleza baja del hombre en el oro refinado del Espíritu le permitirá, no sólo conquistar el mundo del espíritu, sino también asumir el dominio sobre el mundo material.
Si toda potestad me sedada en el cielo y en la tierra, entonces yo puedo darla a quienquiera que yo desee. Mas, ¿la daría yo a quienes abusarían de ella y la utilizarían mal en perjuicio y agravio de sus hermanos?
¿Por qué fue colocada una espada encendida al oriente del Edén?
¿Por qué fue interrumpida la continuidad de la existencia por la muerte? ¿Por qué enfermedad, guerras y brutalidad han pasado al primer plano y se han apoderado de la conciencia humana? ¿Por qué se ha prolongado la ira? ¿No es acaso porque la gente ha tenido miedo de la pérdida del respeto propio, de la pérdida de la individualidad, de la pérdida de la relatividad? En realidad, ¿qué tiene que perder? Nada, más que sus miedos; nada, más que sus cosas negativas.
Porque lo que está ligado a la realidad no se puede perder.
Que aprendan los hombres a despojarse completamente de sus apegos en la Tierra; así empezarán a entrar en la mente como la del niño y en el espíritu de la inocencia creadora. Los más grandes ángeles que custodian el camino del Árbol de la Vida no pueden negar la entrada al Edén a los que se han unido de nuevo con la mente totalmente inocente de Dios. ¿Cómo podrían negársela, entonces, al Alquimista Divino en el hombre que, en honor, se estira para tomar el fruto del Árbol de la Vida y vivir en verdad eternamente?
El significado de esta alegoría es bastante sencillo. Mientras el hombre viva según la “tierra, terreno”, según los conceptos de “la carne y la sangre”, no puede heredar el reino de los cielos, no puede sostener la conciencia celestial. Pero cuando con inocencia candorosa entra en el reino de lo divino, encuentra que todo el Universo es suyo –porque ahora pertenece a todo el Universo.
Esta dulce entrega a las poderosas corrientes de la ley kósmica y de la pureza le muestra la necesidad de transferir, de las octavas superiores de la luz a las ramificaciones inferiores del yo, el poder y la gloria, la victoria y la superación, la transmisión y la transmutación.
Debe el hombre despojarse del oropel y el encanto y remplazarlos por luz y pureza y hacer bien todas las cosas. Debe aspirar al espíritu de excelencia; debe olvidar las limitaciones y todas las cosas que quedaron atrás. Debe tener fe en lo que todavía no ve y saber que la Naturaleza misma guarda una cornucopia de belleza y luz que esperan ser derramadas sobre él, cuando se pronuncie la palabra mágica.
¡Cuán bella es, así, la nube la nube de testigo! Pero ¡cuán importantes son las inofensividad y la simplicidad! ¡Cuán sobresaliente es la fe! ¡Cuán suave! Dulce, y sin embargo, poderosa es la fe que mueve montañas.
Debido a que aproximamos a tiempos de mayores descubrimientos, he preparado cuidadosamente la mente y la conciencia de los estudiantes para las más bellas experiencias del mundo, pero no las he mantenido confinadas al dominio de la vida temporal. Estoy creando dentro de vosotros estados de percepción interna que os ayudarán a avanzar espiritualmente, con la cual, aun si el cuerpo fuera despojado, la mente del Espíritu Santo fluirá a través de vosotros y os mostrará el camino del Cristo, el camino del Ayudante, el camino de la inocencia y el camino de la felicidad.
Los hombres están aburridos, frustrados. Son ásperos. A través de lo que llamaríais la “excitación” de la vida, han aceptado la falsedad creada, difundida y popularizada como sofisticación mundana por las potencias de la oscuridad; todo esto es la antítesis de la conciencia infantil. “Vosotros sois la sal de la Tierra: y si la sal perdiere su sabor, ¿con qué será salada?” Reiteramos la declaración del Maestros porque recuerda que el condimento esencial de vivir está en cultivar el sentido interno de la belleza y la realidad.
Aquellos que recibís de Dios no se le niega a nadie; los hombres se lo niegan a sí mismos en su ignorancia. Todos tenemos la responsabilidad de alentar a la luz para que se expanda en toda persona, pero cada cual tiene que abrir puerta por sí solo. Cada cual debe llegar a darse cuenta de que el Redentor Divino es el Creador Divino, y de que, desde que el hombre descendió a las octavas inferiores de la conciencia humana, el Señor de la Luz ha seguido manando su resplandor por doquier.
Está al alcance, pero oculto.
Es real, pero lo cubre de irrealidades la mente de los hombres y sus experiencias de vida
Él es luz, a veces tapada por la curiosidad de las equívocas calificaciones.
Es el Gran Proveedor de toda cosa buena y perfecta.
Él combina el verde vástago y la cristalina nieve.
Él combina lo etéreo en el firmamento, reluciente de encendido sol el centro solar.
Su amante corazón invita a todos entrar:
“Cúbrete, hijo precioso, de vestidos de maestría, modesto y sereno.
Para el dominio no es menester la jactancia, más el dominio debe exhibir toda gracia necesaria para ayudar al mundo a mantener el paso con las legiones kósmicas al arrostrar los momentos del fin de un tiempo.
Juventud y luz aparecen cuando se hace frente a la elección del tiempo.
Arroja, pues, todos tus temores y resplandece, como los fuegos eternos de a juvenil inocencia kósmica”.
Al borde del descubrimiento, quedamos vuestros fieles instructores de la luz y al alquimia divina.
Saint Germain.
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