LO QUE PUEDE SIGNIFICAR
LA ALQUIMIA PARA
UN MUNDO EN DECADENCIA
La luna, el gran satélite giratorio que rige la noche, gobierna, en parte, así, el cuerpo emocional del hombre y puede fácilmente convertirse en su mayor enemigo o en su mejor amigo. Porque, cuando se dominan de la manera correcta, las energías de la luna (estando debajo de sus pies) pueden ayudarlo a alcanzar el control alquímico sobre sus emociones (sobre su energía en movimiento).
Veamos cómo es esto.
La luna refleja el cuerpo de la Tierra. Cuando tratamos con la luna, entonces, tratamos con la luz refleja del sol. Cuando el cuerpo astral está bajo el dominio del Cristo, su poder se vuelve ilimitado. Cuando sus energías purificadas son magnificadas a su vez por la luna, que es más que un reflector gigante, su poder se multiplica en proporción casi infinita.
Pero hasta el momento que la conciencia de las masas no esté regida por la luz del sol, en vez de estar regida por la noche, la luna reflejará los efluvios astrales del planeta. Los hombres seguirán siendo, así, víctimas de sus propias creaciones erróneas, y en mucho mayor grado durante el ciclo de la luna llena.
Ahora bien, el alquimista utiliza su conciencia purificada como un reflector de las energías solares de manera muy semejante a como la luna refleja la luz del sol. Las aguas de su mente reflejan la luz del día y de la noche, tal como las aguas del mar reflejan el sendero dorado tanto del sol como de la luna. Pero la Conciencia Crística, el prisma de pureza como el “mar de vidrio”, filtra las impurezas de la luna, tal como refracta la luz del sol.
Siendo toda energía de Dios, las energías calificadas para el mal por lo humano, y que la luna refleja (que se envían de regreso a la Tierra, de donde proceden, siguiendo la ley kármica), pueden ser liberadas de las imposiciones de la mente carnal por el proceso de transmutación. Pueden entonces ser utilizadas para crear, en la tradición del Gran Alquimista, obras de arte más perfectas hasta que las matrices celestiales transformen las matrices terrenales y la luna se convierta en un orbe dorado de extraordinario poder.
La mayoría de vosotros sabéis demasiado bien que cuando vuestras emociones se ven perturbadas por condiciones externas, sentimientos o conceptos, hay un momento en que todavía podéis arrebatarle el control de vuestras energías a vuestro propio cuerpo emocional. Subsecuentemente, si a estas energías se les permite continuar en su arrebato, sin freno, ese momento de control se pierde; y entonces es fácil que la gente haga, piense o diga lo que algún día lamentará.
A la inversa, la mayoría de vosotros se da cuenta del gran gozo y paz que ha descendido sobre vuestra alma cuando habéis sido capaces de realizar algo por alguien. Esto sucede porque, en lo profundo de vuestro ser, existe el deseo amoroso de servir a vuestros semejantes.
Este deseo es lo que instigó el descenso de Cristo, el sol de David, en su papel de antiguo Mesías. El rey pastor, un hombre que seguía al propio corazón de Dios, comulgaba con Dios y se preparó para un mayor servicio mientras atendía a sus ovejas. En ningún lugar fue más visible el lustre de su alma que en la belleza de sus meditaciones sobre el Espíritu del SEÑOR registradas en el libro de los Santos.
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