De manera que es esencial que desarrollemos en los estudiantes esas mismas cualidades crísticas que los convertirán en pilares del templo de Dios, que no pueden ser movidos por las emociones humanas, cualquiera que sea su apariencia: crítica, condena, juicio, autocompasión, murmuraciones, traición, tiranía o falsedad humana.
El alquimista debe ser indiferente a toda conducta humana, aunque no desapercibido del pensamiento mundano al extremo que le haga al tonto. Para él el cumplimiento del fíat “¡Sed prudente como serpiente y sencillos como palomas”! es la orden de cada día.
Pero nos preocupan los soportes de la misión, y la misión es libertad para todos. Si queremos que la libertad sea la alegría de todos, entonces debemos dar libertad a todos, porque entonces nadie puede apartar la libertad de nosotros. Es, por lo tanto, a las pasiones de la libertad a las que debemos dedicar nuestros experimentos alquímicos. Debemos elevarnos al control emocional; porque cuando Dios dijo: “¡Señoread la Tierra!”, se refería al dominio individual de las propias energías, de la propia conciencia y los propios cuatro cuerpos inferiores.
El dominio colectivo tiene lugar cuando el espíritu participativo de grupo, de nación, de planeta –reconociendo todo lo que ha recibido de la vida—gozosamente se ofrece y ofrece todo lo que ha recibido del Gran Espíritu de la vida. En ese punto, el hombre individual y el hombre unidad colectiva sopesan el enriquecimiento del Yo Real y la verdadera identidad mística del grupo a través del incremento de los talentos individuales. Estos dones de Dios, cuando se multiplican, son como estrellas en el firmamento del ser que refulgen en el diseño grandioso del destino universal.
Cuando el hombre se vuelve uno con Dios, se da cuenta de que verdaderamente es Dios. Esto no es blasfemia, sino el fruto de la entrega total. El regalo de retribución de la propia identidad de la Vida, cuando Dios se da a Su hijo, es mucho mayor que el sacrificio de la mortalidad dejado en prenda en el altar por el hijo amado. No obstante, es típico de la Deidad ser el Gran Dador y precipitar así la más elevada manifestación alquímica: el prisma de la Conciencia Crística. Éste debe ser, y es siempre, la recompensa por la renuncia a los errores humanos y la plena realización de la vida divina en todo hombre.
La naturaleza toda se estremece entonces dentro del cáliz de la mente crística. El corazón del Cristo desborda esencia creadora, que derrama la experiencia unificadora que lo identifica con la vida, a él con el alquimista y al alquimista con él. ¿Quién puede hacer mal o destruir en quienquiera que sea mi santo monte?
¿Quién puede asistir en quienquiera que sea al santo monte de Dios? ¡Caray, todos los átomos y todos los electrones se abalanzan hacia Dios!
“Y una nube lo recibió y le quitó de sus ojos…varones galileos, ¿por qué estáis mirando hacia el cielo? Este mismo Jesús que ha sido tomado desde vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.”
La Segunda Venida de Cristo es anticipada por el cumplimiento de la profecía: “El uno será tomado, el otro será dejado”.
Porque cuando uno es tomado y el otro dejado significa que el mundo todavía se halla en la maldad y que sólo los pocos han aceptado el reino. Pero cuando la Segunda Venida del Cristo llegue a un mundo acelerado, será porque la naturaleza de lo Divino ha llegado a comprenderse como un don invaluable de libertad para todo hombre.
Cuando este milagro del Amor Crístico se produzca en el mundo, será porque los estudiantes de alquimia –ya se les conozca con ese nombre o con cualquier otro, ya sea en las iglesias o fuera de ellas, en verdad ya sea dentro de cuerpo o fuera del cuerpo—están expresando universalmente el resplandor del diseño crístico.
Bañadas de los fuegos del espíritu Santo, su mente se convertirá entonces en un reactor kósmico, en una hornaza central de ideas universales para la liberación y para la ruptura de las cadenas de esclavitud forjadas por una humanidad recalcitrante.
Revelamos ahora, en esta octava lección, lo que alquimia puede significar para un mundo en decadencia, lo que puede significar para los cautivos esclavos de los sentidos, lo que puede significar para el yo circundado de confusión y caos cuando se convierte en una muestra ordenada, llena de propósitos, de la gracia universal que se expresa a través del campo energético de la identidad individual del hombre.
¿Veis ahora por qué El Morya, la Madre María y todos los Maestros Ascendidos están ofreciendo sus energías generosamente en bien de la humanidad? ¿Veis por qué la nube creadora invocada por nosotros, literalmente una nube individualizada de testigos durante el día y un pilar de fuego por la noche, permite al hombre comprender que el crisol de la identidad, aunque al principio no sea más que un tubo de ensayo experimental, puede convertirse en un radiante altar de la Realidad?
Fielmente, YO SOY
Saint Germain.
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