ALQUIMIA PRÁCTICA
Tal vez la historia de la devoción del hombre a la causa de la libertad nunca sea escrita, ni la del planeta ni la de los individuos. Por consiguiente, el hombre nunca llegará a conocer por estudios superficiales la verdadera historia de la libertad. No obstante, debido al alcance del Espíritu de Dios en el hombre y Su maravillosa sintonía con la cámara central de compensación de cada parte de la vida, el hombre puede penetrar en los registros akáshicos de aquellos momentos solemnes de la vida de otros hombres, y gracias a ello percibir cómo obtuvieron su victoria.
Tal como el alquimista edifica sobre los descubrimientos de sus predecesores, de la misma manera hay un instructor interno dentro de cada corazón que instruye al yo exterior, sometiéndolo cuando es necesario y guiando los fuegos de la mente en su búsqueda de las riberas de la realidad, con frecuencia invisibles.
Cuando al tema de la creación se le presta atención más allá de lo ordinario, el hombre empieza a darse cuenta de que su propio destino está en sus manos, como un regalo. Siempre ha acudido a Dios en busca de ayuda, y Dios siempre ha acudido al hombre para poder otorgarle todo buen don y todo el apoyo que el hombre pudiera razonablemente recibir y reconocer. Desafortunadamente, aun en aquellos periodos de sus más avanzadas meditaciones, los hombres rara vez han vislumbrado el necesario patrón kósmico de lo que son y de lo que serán.
Los secretos de la alquimia se encontrarán siempre en el terreno de la creación. Si el hombre no tiene el poder de crear, no es verdaderamente libre. Por consiguiente, la corriente de energía que Dios le está dando en incesante derrame, debe necesariamente canalizarse en matrices de deseo creador moldeadas a la voluntad divina; pero cuando son erróneamente matizadas, estas energías forman los eslabones de la cadena que lo esclaviza.
Nuestro primer paso es, entonces, abortar y transmutar la sustancia negativamente matizada en el mundo de todo aspirante a alquimista. El poder de la llama violeta transmutadora, agente del Espíritu Santo, puede pedírsele a Dios para la purificación del mundo del hombre.
Cabe señalar, sin embargo, que este poder rara vez es reconocido antes de que el alquimista haya invocado la llama por un tiempo considerable. Pero, por más que practique, su uso de la llama no será suficiente para transformar su mundo, a no ser que se mantenga la actitud científica correcta. El alquimista que insista en exaltar su propia voluntad humana y su ego, en contraposición a la Voluntad y al Ego Divinos, no puede en absoluto recibir los grandes dones que el Espíritu aspira a otorgar.
Sé que hay muchas personas que se resisten a abandonarse completamente en manos de Dios. Están dispuestas a caminar una parte del camino, y cuidadosamente dan un paso adelante cuando la voluntad superior parece halagar la suya; pero, como no han renunciado a la voluntad humana, se encuentran a la postre con que sus esfuerzos no han sido recompensados.
El hombre no puede negociar con Dios. No obstante, el Kósmos está más dispuesto a otorgar todo don bueno y perfecto al hombre de lo que el hombre está listo para recibir. El problema no radica, entonces, en el océano que está lleno de perlas, sino en el buceador mismo, que debe estar dispuesto a reconocer la presencia de los tesoros del cielo en las profundidades kósmicas: tesoros que el cielo quiere que el hombre no sólo descubra, sino que también posea.
Por actitudes incorrectas los hombres se han apartado del reino del cielo. A través de la magia y, desafortunadamente, incluso de la brujería, han tratado de ganarse aquello que hubieran podido obtener de manera permanente con tan sólo la sumisión voluntaria a la voluntad de Dios, a Sus objetivos y a Sus propósitos.
¿Durante cuánto tiempo se engañarán los hombres? ¿Durante cuánto tiempo, por sus miedos, van los hombres a evitar rendirse a los objetivos vivos de Dios? Es como si no quisieran entregar su dinero a los comerciantes en las tiendas hasta no tener en la mano la mercancía deseada.
Con Dios o con el Kósmos no se negocia. El Kósmos está siempre dispuesto a otorgar al hombre los mejores y más elevados dones, pero para poder recibirlos el hombre debe cambiar de actitud.
Los que están instruidos en los conocimientos del mundo pueden creer de corazón que con logros académicos han alcanzado la llave del gobierno de los sentidos y de la entrada a los dominios del Espíritu. ¡De ninguna manera! –declaramos nosotros. Porque ni por el intelecto ni por la rectitud obtendrán los hombres los más elevados dones.
Estos dones llegarán como el desenvolvimiento natural del alma que se somete a la gracia de Dios y entiende que, al así hacer, puede por derecho esperar que la revelación divina se manifieste en su interior. Y cuando esa revelación llega, es recibida dentro del círculo santificado de la justicia y de la razón; justicia que no causa afrenta al vecino, que no desea perjudicar a nadie, y razón que comprende que los mejores dones del Espíritu se relacionan con el reino de lo práctico.
El sentido práctico de Dios no debe ser empleado como un arma para destruir las bellezas místicas del Espíritu. Por el contrario, debe ser utilizado para atraer el misterio divino al punto focal de la manifestación individual. Tal como la carne fue creada y animada por el Espíritu, de la misma manera el sentido práctico debe ser creado y animado por los objetivos creadores de Dios.
Entonces Dios tomará de la mano al hombre y lo conducirá por el reino del orden perfecto a un lugar donde percibirá que el mundo, y todo lo que hay en él, fueron creados originalmente según un patrón kósmico perfecto. Ahí se le mostrará que la intención original fue que cada individuo manifestara una fase específica del propósito divino, y que cada fase del gran diseño fue creada para complementar la otra y con ello producir la belleza milagrosa de un reino sempiterno, por los siglos de los siglos.
¿Cómo pueden los hombres imaginar que la Mente que creó al hombre con todas sus partes maravillosas –el Universo, las estrellas, los soles, los reinos espirituales–, pudiera tener tanta falta de visión que no proveyera un camino de salida para los que se apartaran de la impronta kósmica original? ¿Acaso Su sentido práctico no confirió al hombre la plenitud de la trasmisión divina expresada en el mandato “Señoread la Tierra”? Se pretendía, y se pretende, que el hombre fuera una manifestación práctica de Dios y que aprendiera el dominio de su entorno con la sabiduría kósmica aunada a su propia inteligencia natural.
Sin embargo, hemos visto que el hombre se desanima cuando se da cuenta de que, aun cuando ha ejercitado sus facultades mentales al extremo de que su mente está literalmente atiborrada de conocimientos enciclopédicos del mundo, está no obstante limitado al músculo de la mente y es impotente para asumir el dominio de sus asuntos personales –y mucho menos de la Tierra–, porque es espiritualmente anémico.
Ahora bien, este desaliento es el resultado de que el individuo no puede reconocer que en realidad es una parte monádica de Dios. No sabe –porque no se le ha dicho– que en su eterna y silenciosa unión con la Mente de Dios está vinculado a una computadora gigantesca. A través de esta computadora está disponible de inmediato, por trasmisión Espiritual, todo el conocimiento para quien quiera utilizarlo en la realización de la voluntad de Dios.
Pero los límites del lugar de habitación del hombre –incluyendo los límites de sus sondeos mentales–, que son prescritos por ley kósmica, son la razón de que esta sabiduría la sea retenida a aquella parte del Universo que todavía no está preparada para asumir su papel de señorear la Tierra y de hacerse operativa con los poderes del Cristo Universal.
Así pues, la clave para la práctica de la alquimia espiritual avanzada, está en que el alquimista comprenda los objetivos de la Hermandad y en que se acople conscientemente a aquellos que, de palabra y acción, están comprometidos con el cumplimiento de dichos objetivos.
Cuando empiezan a dedicarse al estudio de la alquimia, los hombres apenas se dan cuenta de cuán intricado será y de cuán envueltos se verán en él. Porque si no hay una inmersión del yo en el océano de la sabiduría y el propósito universales, el alma no se puede saturar, la esponja no se puede empapar y la energía tan necesaria para la transmutación no se puede evocar.
Si parece que estoy entregando lentamente los secretos de los siglos a la mente de los estudiantes precipitados y molestos que quisieran superar todas las cosas en un momento, permitidme deciros que hoy estáis recibiendo de los retiros de la Hermandad más información de la que nosotros mismos recibimos en el pasado, cuando iniciamos nuestro propio noviciado.
En vuestra paciencia, pues, poseeréis vuestras almas; pero sed diligentes en el estudio de los diversos aspectos del ser que de vez en cuando os serán señalados, en ocasiones de la procedencia más inesperada. Estad listos para encontrar en el regalo más pequeño un tesoro intricado que, como la pieza de un rompecabezas gigante, a la primera no aparecerá importante.
Una vez más os digo: sed pacientes. Pues el tiempo, al avanzar, revela pautas eternas. Por lo tanto, hacer a un lado la búsqueda o rechazar los medios del estudio kósmico que hace posible la búsqueda, es un error de primera magnitud.
Que todos los que estén recibiendo esta forma de instrucción se regocijen y alegren, que vean en la oportunidad misma de estudiarse a sí mismos, la necesidad de prestar servicio a los hermanos al dar a conocer la enseñanza a otros. Así, al poner a la disposición de almas receptivas el don de la vida, el cielo responderá y dará mayores dones a las almas de aquellos de vosotros que han demostrado estar dispuestos a laborar y a esperar.
La perfección está próxima, y es la perfección de un maestro masón –un constructor que, al idealizar la perfección en el universo, no tiene más opción que la de idealizarla en él mismo. Éste es el constructor que ve la necesidad de depurar el asiento de residuos en su mundo, de someterse al lavado del agua por la Palabra y a la purificación del fuego sagrado. Éste es el constructor que ve la necesidad de saber cuáles son las herramientas del aspirante y cómo pueden ser empleadas estas herramientas al servicio del yo, al servicio de la humanidad y, también, en última instancia, al servicio de su Dios.
Reiteremos, pues, a todos que la vida no es tan sencilla como los hombres han soñado. Es un esquema tan vasto y alto que literalmente nos envuelve a todos: hombres, dioses y Maestros también, partes de la vida que no veis ahora, pero que veréis algún día con sólo que queráis aprender a escuchar y estar tranquilos, sabiendo que YO SOY Dios en el interior.
Para Su gloria vivo, Saint Germain.
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