sábado, 18 de marzo de 2017

FÓRMULAS PARA LA PRECIPITACIÓN I *

FÓRMULAS PARA LA PRECIPITACIÓN

No lo que podría ser, sino lo que será porque el hombre lo vislumbra, lo convoca y adecua a la ley universal. ¡La alquimia!
La maravillosa ciencia del cambio que llena los deseos más profundos del corazón, ordena los asuntos de los hombres y renueva la dulce pureza de su comunión original con el Gran Progenitor.
El concepto de multiplicación de las células insinúa la ley de la naturaleza que asegura adición continua. Esta ley que rige la reproducción de la vida según su género no concierne solamente al cuerpo físico, sino a la mente, los sentimientos y la memoria, así como al Espíritu puro del hombre. La coordinación entre los cuatro cuerpos inferiores y los vehículos superiores, permite que el hombre controle primero su medio y luego que cree, con la condición de que sea capaz de comprender las obvias ilusiones del mundo de las apariencias, cuyo punto de referencia son el tiempo y el espacio, y no obstaculizado por ellas.
Ahora bien, la presencia o la ausencia de ciertos factores pueden, a bien alargar, o bien acortar el tiempo para la precipitación, aun cuando todos los otros componentes estén en regla. Por ello, cuando estos factores son conocidos, pueden ser eliminados sistemáticamente para reducir el tiempo de manifestación. Los impedimentos principales de la precipitación han de reconocerse en:
1) la inarmonía en el mundo de los sentimientos,
2) el sentimiento de soledad o de abandono, y
3) el sentimiento de insignificancia o inseguridad y duda.
A veces la presencia de estos factores puede minimizarse con un simple  acto de fe. En otras, tal vez se requiera una dedicación más seria a la Deidad y un reforzamiento de las acciones contrarrestantes positivas destinadas para eliminar completamente las influencias negativas que se manifiestan dentro y fuera del propio mundo.
Acaso parezca extraño a algunos de vosotros que llame vuestra atención a estos hechos tan sencillos. Pero permítaseme decir, rectamente, que no son tan sencillos, pues los efectos de estas energías humorales en los esfuerzos creadores, son de consecuencia muchos mayores de lo que los hombres están dispuestos a admitir.
Al indicar la necesidad de corregir estas condiciones y de hacer que el aspirante a alquimista sea consciente de la influencia que ellas ejercen en su manifestación deseada, siento que estamos dando un gran paso hacia la dirección correcta. Porque este conocimiento, al ser aplicado, impedirá la introducción de factores de desaliento más tarde, cuando para algunos los resultados esperados no aparezcan de inmediato por las mismas razones que acabo de mencionar.
Esto me lleva al sitio donde quiero asistir, al inicio de mi enseñanza, en la nece3sidad de perseverancia. Con frecuencia el no perseverar por el curso correcto ha anulado todos los frutos justo antes de que la cosecha del mundo invisible estuviera lista para rendirse en las manos y uso del aspirante.
Me gustaría mencionar ahora uno de los grandes factores alquímicos vitales cuyo poder positivo debería ser tomado también en cuenta. El principal de esta lista es la fe, que incluye la creencia en la fuerza de rotación que mantiene a los electrones en su movimiento vital girando alrededor de sus centros electrónicos.
Esta fuerza se asemeja a un resorte apretadamente comprimido, casi omnipotente. Está en el centro de todo sistema solar y átomo cuyo flujo y emanación magnéticos, a la vez que están centrados en su propio núcleo, son capaces, por ley kósmica, de ligarse a campos energéticos ilimitados para producir cualquier manifestación milagrosa que se requiera en el instante –cuando el individuo puede convencerse a si mismo y al Universo de que su camino es correcto.
Ahora bien, todos hemos conocido hombres con un éxito notorio en la producción de acciones incorrectas sencillamente porque estaba convencido de que su camino era el justo, aunque de hecho estuvieran equivocados. Esto no significa que el Kósmos mismo sea proverbialmente ciego; esto es simplemente indicativo de la necesidad kósmica de proteger los secretos de la creación de los ojos de los curiosos y de guardar los tesoros del cielo a través de los sistemas de iniciación desarrollados por la Hermandad.
Por esta misma razón se emitió el fiat divino: “He aquí, el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, porque no alargue su mano y tome también del Árbol de la Vida y coma y viva para siempre; por eso el Señor Dios lo echó del jardín del Edén, para que labrase la tierra de donde fue tomado”.
La necesidad interna del universo de proteger sus secretos de los profanos, es visible en las actividades de las hordas luciferinas que, de cuando en cuando, durante la larga historia del planeta, han comprometido a los hijos de Dios en el mal uso del poder creador y sagrado de la vida. Esto lo han hecho a través de perversiones psicodélicas, drogas peligrosas, su contagioso espíritu de rebelión contra el orden (que es la primera ley del Cielo) y la difusión del caos, a menudo en nombre del idealismo.
Pero esta clase de idealismo siempre ha estado basada en el orgullo intelectual; se la presenta  como el plan contrario de la mente carnal que compite con la Mente Divina, considerándose superior a ella. Por lo tanto, si acaso ha parecido demasiado protector en este curso intermedio sobre alquimia, el cielo sabe que hay una razón para ello.
Y ahora a todos y cada uno digo, tomando en cuenta la semántica de la alquimia, reconozcamos que la palabra altar significa lugar sagrado de cambio. Aquí toda transformación es obrada por la ley de Dios. Dios es la ley. Su ley no existe sin el Amor. Pero, desafortunadamente, debido a la generosidad misma inherente a la Naturaleza Divina, que permite que la humanidad en evolución utilice varias funciones de la ley, el hombre ha podido separar la ley del Amor.

FÓRMULAS PARA LA PRECIPITACIÓN II *

Así los aspectos más mecánicos de la alquimia, llamados magia, han sido empleados durante siglos por aquellos que han usado su conocimiento de las leyes de Dios con fines egoístas. Esto fue demostrado en la corte del Faraón, cuando Arón, verdadero alquimista del Espíritu, fue desafiado por los magos, que arrojaron sus varas, que también se convirtieron en serpientes.
Los aspectos mecánicos de la ley se combinan a menudo con trucos para producir fenómenos que a los ojos de Dios o tienen significado alguno. Una vez que un hombre ha alcanzado la posición de verdadero adepto espiritual, ha desarrollado ya los poderes del Amor y la sabiduría dentro del marco de la ley universal. No hace daño a nadie y sus enseñanzas alquímicas reflejan su abnegación.
Entonces los milagros que realiza son mucho menos importantes a sus propios ojos que el milagro de su unión con su Creador.
Así que, ahora que estamos ante el altar, el lugar consagrado a la ciencia del cambio maravilloso, debemos examinar las dos vías que tenemos delante. La primera es elegir un procedimiento basado en el conocimiento más elevado que se nos haya dado a conocer.
Decidimos qué deseamos cambiar. Decidimos por qué necesita que se cambie. Esto le da fuerza motora a nuestro experimento alquímico.
Al mismo tiempo, reconocemos las limitaciones del conocimiento del hombre y la superioridad del Yo Divino y de los hermanos mayores de Luz que lo asisten en la elaboración de su destino individual. Por consiguiente, el segundo procedimiento es estar al tanto de que el cambio correcto puede producirse sin el conocimiento consciente de lo que dicho cambio debería ser.
Sencillamente invocamos de Dios la pureza de Au plan divino para el cambio correcto.
En otras palabras, ordenamos, en nombre del SEÑOR –cosa que, como co-creadores con Dios, el hombre tiene derecho a hacer--, una precipitación alquímica  de los dones y gracias del Espíritu que detonarán al hijo bienaventurado de las cualidades del Cristo, haciéndolo más capaz como alquimista Espiritual y más integrado al plan universal. He encontrado que, siempre que se utiliza la segunda técnica alquímica, fortifica la primera invocación (acción invocada) y llena los vacíos en el caudal de conocimiento del hombre, cubriendo su ignorancia con el manto de la verdadera espiritualidad.
Cuando estemos ante el altar, conscientes de las realidades de Dios y del potencial que existe para que se realicen en el hombre, tomemos en cuenta también a los seres magistrales que ya se han ganado la habilidad de producir cambios a voluntad. Con toda seguridad, la asistencia de quienes han tenido éxito en las artes alquímicas será invaluable en la producción del fruto de nuestros deseos. Caben aquí perfectamente las invocaciones y plegarias de nuestra elección.
Con una percepción en la ley, con la fe en su función impersonal y un propósito decidido de que una vez que se haya desarrollado la fórmula la manifestación deseada debe aparecer en la forma, procederemos con este asunto de crear cambios.
Ahora bien, uno de los medios más efectivos para producir cambios –y este que os doy a conocer aquí es un secreto profundo y maravilloso guardado por muchos adeptos de Oriente y Occidente--, es a través de lo que llamaré la “creación de la nube”. San Pablo se refirió a una “nube de testigos”. Yo me estoy refiriendo a una nube de energía infinita que, algo así como el éter tan propagado por los científicos hace un siglo, está presente en todos lados, pero no se manifiesta en ningún lado hasta que se le llama a la acción.
A la primera lectura, a quienes tienen una mente empírica – y que son hábiles sólo en los aspectos materiales de la ciencia y en lo que los sentidos pueden percibir – estas observaciones les parecerán un montón de tonterías. Si hay quienes piensen así, no puedo más que compadecerme de ellos.
No puedo ayudarlos, ni me pide la ley que me disculpe, pues he demostrado este principio infinidad de veces con muchísimo éxito.
Y creo que allí donde los grandes adeptos no lo utilizan conscientemente, está autorizado en ellos a través del contacto con la Mente Superior. Pero para la mayoría de nuestros estudiantes principiantes e intermedios será esencial que aprendan cuidadosamente la nube y luego esperen hasta que su aparición se convierta en un proceso automatizado en su ser.
Continuaré la semana próxima con esta muy importante actividad: “¡Cread!” y la nube.

Hacia adelante,
Saint Germain.

Paola Wlack
Mahanbir Kaur*