Atisbemos ahora dentro del reino del yo de cada individuo, incluso de tu propio Yo, y percibimos el significado del Amor a Sí Mismo. Tramo por tramo iremos sin temor separado el trigo de la cizaña (tares) (y también las lágrimas [tears]), y paso a paso en la maestría del Amor ascenderéis por la escalera en espiral de los grados del Amor.
El amor egoísta no es Amor a Sí Mismo. El amor que no busca compartir con toda otra parte de la Vida de Dios, sino que quiere poseer esta Vida para sí, reteniendo a la gente, las cosas y las ideas en el dominio de la exclusividad, no es más que amor egoísta. Esto es el atavío idólatra del ego.
El Amor que no busca su propio bien sino el de los demás, pidiendo abundancia para que éste pueda extender las glorias de la Vida y compartirlas con las multitudes, es una manifestación del Amor más verdadero. Éste es el verdadero Amor a Sí Mismo: el amor del Yo Verdadero en todos.
El Amor a Sí Mismo, o el Amor del Yo Verdadero, no genera falta de respeto ni indiferencia; por el contrario, regenera la fe del hombre en la Bondad inherente en todos y le enseña, aun cuando admite la posibilidad del error humano, que el error no forma parte del Yo Real.
Cuando las faltas humanas, que no son más que registros temporales en el archivo de las experiencias del hombre, son expurgadas por acciones nobles y la llama violeta, y las desigualdades son corregidas por el servicio a la Justicia Divina, el fruto de las lecciones abnegadas se manifestará en un altar despojado de todo deseo ilegítimo.
El páramo del corazón purificado proveerá el altar apropiado sobre el que la llama no alimentada hará algo más que flamear. Sus pulsaciones en aumento se expandirán al ritmo de la Vida para elevar a todos aquellos con los que entre en contacto, comenzando por el aspirante mismo.
El verdadero Amor a Sí Mismo es el cimiento de toda otra relación.
Ahora bien, existen muchas formas de amor humano, y éstas tienen que ver principalmente con el contacto del hombre con otras partes de la Vida. Está el amor que el padre y la madre se dan el uno al otro y a sus hijos, y el amor de éstos por sus padres. El amor entre hermanos, parientes, vecinos, el siervo y su señor, el discípulo y el Maestro.
Está el amor de los ángeles por los humildes y el de Dios por Su creación más elevada. Está el Amor del Gurú y del Enviado por todo chela de buena voluntad. Y hay chelas que se aman unos a otros y aman al Gurú posado en cada sector del Kósmos, cantando alabanzas a los seres libres en Dios que gobiernan las esferas.
Y por doquier está el Amor que despeja los misterios de la Vida.
Formando y llenando el molde del Todo que es Amor, la Gran Ley ha considerado conveniente encargar a los padres de este mundo la responsabilidad de traer a la manifestación a los hijos del Altísimo, pues, que las influencias maternales y paternales están destinadas a ser matrices patrocinadas divinamente, y que así fue desde el principio.
La persona del padre, que representa la polaridad positiva, masculina, de la Divinidad, tiene una responsabilidad maravillosa y majestuosa para cada uno de sus hijos, mientras que la madre, que nutre y cuida al pequeño desde el periodo de la concepción, la gestación y el nacimiento, tiene una responsabilidad muy parecida al portar la llama del loto de Sabiduría a lo largo de la vida del niño que nace.
Mientras tocamos este tema, es mi deseo consciente aclarar, de una vez por todas, ciertos malentendidos sobre el alumbramiento en el mundo de la forma y del uso de las fuerzas vitales y regeneradoras por parte de nuestros hijos e hijas en el Sendero.
Primero permítaseme decir que a menos que haya algunos portadores de luz que estén conscientes de la pavorosa oposición a las almas evolucionadas que aspiran a nacer en este planeta, portadores de luz que están deseosos en cada era de ofrecerse como vehículos para las corrientes de vida santificadas y avanzadas que nacen, sería extremadamente difícil para nosotros ayudar a darles el entrenamiento apropiado a partir de una edad temprana, que la Gran Ley requiere para que puedan cumplir su misión en este mundo tenebroso (aunque ya seréis ya se está aclarando e iluminando gracias a los decretos de llama violeta de los devotos, y ¡pronto será conocido como una estrella de libertad!).
¡En el nombre del cielo, amados míos, cuidar el cuerpo, la mente el alma y el nivel de energía de un niño santo que nace, es una tremenda responsabilidad! Precisamente por esta razón muchos desean patrocinar a estos niños en planos internos y ser sus guardianes espirituales, ya que algunos han transcendido la edad de dar a luz a un niño, aunque algunos tal vez elijan apadrinar, por así decir, a las corrientes de vida que nacen –un servicio bueno y necesario--, permítaseme señalar que hasta hoy el proceso natural de traer hijos al mundo prosigue en la Tierra, y en consecuencia se necesitan desesperadamente padres y madres con dedicación.
Es verdad que en los niveles superiores se está dando atención a algunos estudios para modificar el actual sistema de dar a luz, para hacer que el proceso sea indoloro y más inmaculado, que haga que las evoluciones de la Tierra se eleven a una nueva era crística.
Sin embargo, debemos ser prácticos y dar entrada al Poder del Amor de Dios para que fluya a través de sus hijos e hijas, tanto para generar como para regenerar a la vida toda en la Tierra.
No podéis negar, porque las evidencias os rodean, que al lado de los portadores de luz el planeta está lleno de niños que obviamente inmaculado, independientemente de lo que parezca que está en juego, y para cuidar a los herederos de las promesas de los contagios astrales de la vida moderna y de los malos ejemplos que desfilan por doquier. Ciertamente, ¡la maternidad virtuosa, tal como la que ofreció la Madre María, sigue siendo un requisito del momento!
Como estoy ocupándome aquí de las interrelaciones entre las personas, quiero señalar que en el caso del patrono y del empleado no debe existir ninguna forma de esclavitud no de tiranía. Es responsabilidad tanto del empleado como del patrono cuidar que esta esclavitud no se dé. Por tanto, que “permanezca el amor fraternal”.
La Palabra del SEÑOR registrada en el segundo capítulo del Génesis, trae a la mente el perdurable tributo del Amor con la creación de las llamas gemelas en el ovoide de fuego blanco y su Amor divino que perdura para bendición de toda otra relación humana: “No es bueno que el hombre esté solo; haréle ayuda idónea para él”. Ahí donde el karma de las llamas gemelas no les permite estar juntas en determinada vida, las almas compañeras como socios en el sendero, sido reunidas para algún servicio especial, también proveen la polaridad de la totalidad kósmica para que sea nutrida en la Tierra en los papeles complementarios de Alfa y Omega.
Esta afirmación del Génesis sobre la soledad del hombre ha sido interpretada correctamente también con el significado: “No es bueno que la manifestación sea sólo una; por ello, haré partes individuales de mi unicidad”; o, como prometió Dios a Abraham: “Multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo, y como la arena que está en la playa”.
Y así, dejad que el mutuo amor de las partes individuales y por el Todo sobrepase el amor a sí mismo y se exceda hasta alcanzar una expansión del Amor dentro de la creación en honor del Creador, encontrando así la reunión con la Vida única que es el Todo en todos.
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