La alquimia más elevada es la precipitación de la conciencia crística; todos aquellos a los que sea dado el hálito de vida tienen la obligación solemne de transmitir los preceptos de la sagrada sabiduría antes de pasar la antorcha de la responsabilidad a la siguiente generación. El antiguo proverbio: “Instruye al niño en la manera en que debe conducirse, y aun cuando fuere viejo no se apartará de ella”, se convierte así un mandato para todos los hombres. Al buscar un medio para mejorar las tensiones y la calidad de la vida, deberían considerar y reconsiderar sus mandatos hasta que estén efectivamente entretejidos en toda la estructura del esforzarse por el futuro.
La inmortalidad, la avaricia, el egoísmo, el deshonor, nunca han proporcionado, en ninguna edad, recompensa alguna, excepto la destrucción de las espirales del futuro. Sólo la luz puede levantar, ya sea en la civilización o en el hombre individual. Sólo la luz tiene el poder de dotar a nuestra nube del entendimiento de que es nuestro propio futuro –tejido hoy a partir de las energías controladas de nuestra existencia y dotadas resueltamente de nuestra visión superior y de nuestra más rica fe –el que dará el fruto de la prodigalidad al Universo, con la calidad divina creadora más elevada.
A medida que os preparo para esfuerzos más avanzados realizados por amor a vosotros y a la humanidad, es esencial que os dote, lo mejor que pueda y por medios espirituales, de la visión de lo que Dios es. Aun en nuestras octavas más altas es imposible, para aquellos de nosotros que estamos todavía en un estado individualizado inferior, darnos cuenta plenamente de quién y qué es el Gran Alquimista. Pero nos podemos acercar al Sanctasanctórum; nos podemos aproximar trascendiéndonos a nosotros mismos tal cómo Él se trasciende eternamente, transformándose de gloria en gloria por obra del Espíritu universal.
Nunca nos aburre ni nos cansa el esfuerzo invariable de cambiar, pues sabemos que, a cada paso que damos, tiene lugar un salto infinito en nuestras alturas. Dios se identifica tan bellamente con cada parte de la vida, que hay alegría en toda la creación cuando el Yo Superior da el salto gigante. En las palabras del Cristo a sus antiguos discípulos: “Entraré delante de vosotros a Jerusalén”.
La Ciudad de Dios, la Ciudad de Paz, el parlamento kósmico del hombre: éstos son los frutos del amor del Padre, de la idea del Gran Trascendentalista, del Eterno Alquimista, el Gran Espíritu, Dios el Padre. Cristo el Rey. El que baja las montañas y levanta los valles que quita a los poderosos de sus asientos y exalta a los humildes, hace todas las cosas para producir el summum bonum de la realidad última para cada parte de la vida.
Su prodigalidad está más allá de todo reproche, y si Sus preceptos hubieran sido atendidos en cualquier época y en cualquier sociedad, las espinas de esa época hubieran sido mitigadas y abatidas. Las fragancias de la rosa hubieran envuelto a la época y se hubieran manifestado el aprendizaje, la cultura y la belleza más elevados. La pena y el sufrimiento hubieran terminado en un sentido relativo y, con el entendimiento, el arco dorado hubiera podido ser visto por todos dentro de los límites de su realización inmediata. La puerta de oro se hubiera abierto de par en par y el corazón del propósito se hubiera percibido detrás de todo ello.
La naturaleza y el Dios de la naturaleza conspiran para producir universos por los siglos de los siglos, el gran magnetismo diurno, las prendas universales que, como hombre y mujer, como positivo y negativo, Espíritu y Materia, están diseñados para producir las maravillas de la vida. Su belleza deslumbrante y maravillosa puede encontrarse en cualquier lugar, pero para algunos es un movimiento ostentoso ante el cual se retraen; para otros es un himno universal de propósitos.
Pero aquellos de nosotros que no amamos nada con mayor fuerza que guiar a la humanidad de palabra y acción, es la oportunidad del eterno Buda, el brote inicial de la flor de la realidad gozosa cuya fragancia no invade todo; penetra la calidad de la vida, retira los olores de la oscuridad, lo abarca todo. Revela el significado y el propósito del Amor que renace al sacrificarse. ¿Qué más puedo decir ahora que estamos ante el umbral?
Digo que enciendo una luz dentro de vuestro ser. Sea grande o pequeña, que la llama se expanda siempre y que os ayude a forjar, para vosotros mismos y para la gloria del Gran Alquimista, una vida plena de interés en asumir e dominio y en ser uno con el Gran Modelo.
¡Ah, amemos juntos! Estemos juntos y veamos juntos el movimiento distante que anhela aproximarse.
Gratamente quedo,
Saint Germain.
(Alquimia Saint Germain)
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