El gran Poder reverente de la creatividad que inunda de múltiples y maravillosas formas a la naturaleza y al hombre, que crea seres kósmicos y mensajeros de fuego, sostiene en la Mente kósmica la Verdad de que un amor no totalmente integrado a la totalidad del Kósmos en su unicidad no sería Dios (God), no sería Bueno (Good).
En la melodía en que la Bondad demanda alguna manifestación objetiva de sí misma para amar, la voluntad de Dios, grande y creativa, es crear muchas Expresiones de Sí Mismo en la forma: el maravilloso designio de las llamas gemelas que descienden del Sol para develar en la carne el rostro de Alfa y Omega de tantas maneras –hijos e hijas del Altísimo, hijos del Uno que se mecen en el juego de Amor de los ángeles y los elementales, que cuidan los espíritus a la naturaleza, presencias lumínicas y seres poderosos de las esferas de los Elohim, todos en un gran orden jerárquico, para que cada uno, desde el electrón hasta la estrella, pueda recibir Su Amor, devolver ese Amor no sólo al Sol Central y al Creador, sino también a todas las criaturas que Él ha hecho, que ahora habitan en los mundos periféricos del tiempo y el espacio.
Pocos han alcanzado el nivel de San Francisco de Asís en su comprensión de este concepto relativo a las partes multifacéticas del Todo individuo. Quisiera, por ello, atraer vuestra atención hacia la gran profundidad de la compasión y hacia la verdadera comprensión científica de la psicología del alma, mucho más avanzada que su tiempo, que vuestro amado Kuthumi externo en su encarnación como el querido Francisco, y que sigue siendo en nuestros días, en su estado ascendido. Las cualidades sobresalientes de su servicio junto con Jesús en el cargo de Instructor del Mundo.
Su vida constituyó verdaderamente un mensaje del Amor de Dios hacia todas las expresiones de la Vida que el santo llevaba en el cáliz del corazón.
¡Qué grande fue su ejemplo! Sin embargo, el gran empleo no necesita ser alguien a quien conocéis, o bien puede ser cualquiera de los que conocéis. En la historia del cristianismo el gran ejemplo encuentra su forma y su expresión más pura en la figura y la personalidad divinamente humana de Jesús. Y no estoy blasfemando cuando digo que muchos hombres y mujeres que están en encarnación hoy, por su devoción a Jesús y al gran Yo Divino, han recibido las mismas prendas de amor sagrado del corazón de Dios con que el Todopoderoso dotó a Jesús.
La paloma del Espíritu Santo e ha posado sobre su cabeza y su resplandor de pureza, blanco como la nieve, ha fluido desde su corazón. Aunque no siempre se los conoce bien, los dones divinos de curación, de milagros y de enseñanza y prédica de la Palabra de Dios también se les han otorgado.
Algunos han fundado religiones no nuevas, todos han dado apoyo a empresas santas y han aspirado a ser ejemplo de la pureza de Dios, a lo largo de los siglos ha habido hijos e hijas de Dios maduros que han alcanzado logros considerables en muchos campos –profetas, maestros, reformadores y no pocas grandes luminarias—y que con su Presencia han iluminado al planeta, por su manifestación equilibrada y generosa dádiva de su llama trina desarrollada –a la que por su gracia el Salvador ha agregado su moméntum--, han sido guías en el sendero de la cristeidad individual ordenada por Dios no sólo para uno de Sus hijos, sino para todos los herederos de Su Luz.
Porque a todo aquel que cree en la realidad de la llama crística en Jesús el Maestro tiene el Poder de hacerlo –con el Poder inflamante del Amor, con la impresión de la Palabra--, de hacerlo, digo, más Hijos de Dios. Así está escrito (Juan 1:12), y así el maestro Ascendido Jesucristo inicia hoy a sus discípulos impartiendo fe su llama de corazón a corazón, a aquellos que realizan sus Obras y encarna su palabra.
Quisiera aclamarlos, reconocerles, en nombre de la Libertad, que el mundo no es tan pobre, como a veces se piensa, en manifestaciones de esta gran esencia divina del Amor, sino que ya posee una gran abundancia de Amor divino --¡un Amor que con demasiada frecuencia ni siquiera se reconoce cuando se lo ve!--, un Amor que conmemora la devoción de Jesús a su rebaño y que mantiene los estándares que él puso para aquellos que quisieran seguirlo en la acción.
También les rindió tributo con las palabras: “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros como yo os he amado…
En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. “Nadie tiene mayor amor que éste, que ponga alguno su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hiciereis las cosas que yo os mando”.
Este Amor, ingrediente esencial de la Vida, fluye no solamente desde Dios en lo alto hacia el corazón de las manifestaciones conocidas o desconocidas de Si Mismo abajo, sino también de los hombres y las mujeres santos que están encarnados, cuyo Amor en forma de devoción y servicio hacia todas las partes de la Vida de Dios día a día se va pareciendo más al Padre y del Hijo en su mutua adoración.
Cuando el hombre penetra la sustancia sagrada del Amor esencial de Dios, esto lo dota, a través del poder del Maha Chohan, de una infusión de esa fuerza vital que hace que el mundo gire.
El que no gire más rápidamente, el que no se despoje más velozmente de su discordia, no puede atribuirse a los impedimentos del Amor divino que sostiene las masas que todavía no saben lo que hacen.
Los corazones –muchos de los cuales anhelan conocer la Verdad y ser libres—que siguen el sendero de intransigencia de sus propios deseos desviados y escupen odio en contra de los hombres de buena voluntad, a los que no comprenden, van por caminos llenos de tropiezos sobre la montaña de la realización.
Y aun cuando el gran vínculo conector, la línea vital que procede de lo alto, como gigantesca madeja de luz y Vida que se deja caer sobre la Tierra, continuamente tira del hombre hacia delante, la tracción producida por el tirar en sentido contrario de estas personas (los recalcitrantes de la generación de estirados), multiplicada por el peso completo de gran número de los que ejercen su libre albedrío en oposición (en antítesis) al Divino, impide efectivamente la manifestación universal del reino de Dios en la Tierra.
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