“¡CREAD!” Y LA NUBE
Cuán profundamente han anhelado muchos hombres saber cómo
generar cambios constructivos tanto en ellos mismos como en el mundo. Que se
den cuenta, pues, de que provocar cambios es un acto creador. La alquimia es la
ciencia creadora gracias a la cual al hombre le es posible obedecer el fiat
original de Dios “¡Señoread la Tierra!”.
Este mandato era indicativo del plan del Padre para Su hijo,
y los medios para llevarlo a cabo se van descubriendo a medida que uno aprende
los antiguos secretos de esta ciencia sagrada. Al practicar estos principios
alquímicos, el individuo es capaz de elevarse de la condición de títere de la
voluntad de otros egos, de la voluntad de espíritus desobedientes, de las
fantasías pasajeras del momento o de los dictados de los hermanos de la
oscuridad, que inducen al joven adepto a practicar la magia negra y la
brujería, halagando su ego, citando a menudo las Escrituras y diciéndole: “Si
eres Hijo de Dios, di que estas piedras se hagan pan”.
Ahora estamos casi a punto de dar nuestros pasos iniciales
en la generación de cambio: no un cambio que haga engranar al hombre a la
escena contemporánea, donde todos sus esfuerzos son moldeados por factores
ambientales, sino un cambio que lo acerque a su Imagen Real. Crearemos el medio
gracias al cual el cambio se pueda generar por nuestra soberana voluntad,
gracias al cual podamos señorear la Tierra. Porque es aquí en la Tierra donde
estamos obligados a crear los deseos de nuestro corazón. Es aquí y ahora donde
por cierto estamos obligados a convertirnos en co-creadores con Dios, para
cumplir así con la pureza de Su propósito.
En tanto que reconozco que parece haber factores
mecanicistas en la dirección científica que estoy por daros, estoy seguro de
que habréis notado las muchas salvaguardas que he introducido en este curso
para asegurarme de que nunca tengáis una opinión errónea; pues nadie debería
asumir nunca que por un mero ritual científico o mecánico será capaz de
realizar los más elevados tipos de manifestación alquímica.
¡De ninguna manera! Porque la alquimia más elevada, el mayor
cambio, es el que transforma al hombre en un dios, aquel por el cual el hijo se
convierte en uno con el Padre; y esto no se puede lograr nunca por medios
mecánicos.
Paraos ahora delante de vuestro altar, honrando al Dios vivo
y Su fiat. Pues Aquel que es Dios lo ha ordenado: “¡Señoread!”. Estáis
funcionando correctamente, entonces, cuando hacéis al menos eso. Estáis a punto
de crear; primero crearéis la nube a partir del enorme poder de Dios almacenado
en cada punto del espacio, esperando ser invocado.
El poder de la visión es fundamental para nuestra
invocación. Por lo tanto, crearemos en nuestra mente primero un resplandor
blanco lechoso, y veremos este resplandor blanco lechoso como una acción
electrónica vibratoria de luz vital, móvil, inefable. La concentración de la
luz, que llamamos la densidad de la luz, es lo que da el color blanco lechoso.
Si la nube fuera atenuada, podríamos ver a través de ella como si las escenas
que nos rodean estuvieran envueltas en neblina.
Una vez habiendo creado en nuestra mente esta forma de una
nube translúcida y brillante, le permitimos que rodee nuestro cuerpo físico y
que ocupe nuestro cambo energético. Por un momento nos perdemos entre la nube,
y luego parece como si hubiera estado ahí. Su atmósfera es familiar, cómoda.
Reconocemos que la mente tiene el poder de extender su
círculo de influencia, pero no debemos tratar de alejarnos del árbol original
del yo. Que esta nube brillante y resplandeciente tenga primero como tres
metros de diámetro a nuestro alrededor. Más tarde, tal vez la extenderemos a un
diámetro de treinta metros, luego a trescientos metros y más.
En nuestras primeras meditaciones nos concentraremos en
intensificar la acción de la luz blanca en nuestra mente. De ahí transferiremos
esa acción a la zona de tres metros alrededor de la forma física. Una vez que
hayamos desarrollado la sensación de esta nube alrededor de nuestra forma
física, entenderemos que, aun cuando la nube pueda hacerse visible a nuestra
vista física, nuestra preocupación principal es hacer que su alta acción
vibratoria sea puramente Espiritual.
Quienes entre vosotros estén familiarizados con la
electrónica y con el funcionamiento de un reóstato, entenderán que con un
simple viraje que se dé al dial de la conciencia podemos intensificar la acción
vibratoria de la nube. En este caso, incorporamos más luz alrededor de cada
punto central de luz; pues nuestra nube se compone de muchos puntos de luz
cuyas auras se difunden y mezclan unas con otras, dando el efecto total de un
resplandor blanco entrelazado pero altamente concentrado, una nube remolineante
y pura de energía kósmica.