domingo, 13 de marzo de 2016

Amor 2 de 8

A. La Labor Perdida del Amor en la Complacencia Humana

Lamentablemente, por una ignorancia, y a veces por intolerancia de nuestros lectores andan buscando fallas en nuestra enseñanza y en nuestros conceptos. Ahora bien, la mente humana puede ser muy tramposa y obtusa. Si los individuos están decididos a encontrar fallas o contradicciones en nuestras palabras, podéis estar seguro de que la encontrarán.
Entonces, también, a los detectives que anden buscando falacias en los Logos mismo, les será fácil encontrar una falsa respuesta  o una conclusión errónea con los mismos sistemas de la lógica humana que, a petición suya, apoyarán o justificarán sus propios fines según las premisas que se tomen.
Lamento que a individuos como ésos los muevan sus vacíos de autoconocimiento y el deseo de autojustificación, pero no me mueve una excesiva preocupación por ellos. Algún día buscarán humildemente la Verdad.
Sin embargo, sí me preocupan los individuos sinceros, y por ello hablaré de la ley de las relaciones tal como ocurren en las polarizaciones de la conciencia humana – en contraposición a la ley de la polaridad divina inherente a cada atributo, o “beatitud”, de la Divinidad.
Algunos de vosotros saben que el estudio de la relación de opuestos en los planes de la relatividad se refleja en la dialéctica del filósofo alemán del siglo XIX George Hegel, quien teorizó que el proceso de pensamiento del hombre, y todo cambio histórico, son el resultado del interjuego de tres elementos: tesis, antítesis y síntesis. Según este observador de las fuerzas de la vida, toda tesis genera su opuesto, o antítesis, y la interacción de ambas produce una síntesis que las trasciende a ambas. La síntesis resultante se convierte a su vez en una nueva tesis, y el proceso se repite una y otra vez.
Así, en la dialéctica hegelina, todo progreso es el producto del inevitable conflicto de fuerzas que se oponen-principio que Karl Marx volteó al revés en su “materialismo dialéctico”, en el que sustituyó el idealismo de Hegel por el materialismo económico. En tanto que Hegel defendía el valor del Estado y veía en el proceso dialléctico el desenvolvimiento del principio espiritual, Marx tildó al estado de mecanismo de explotación y proclamó que todo progreso surge de conflictos que tienen que ver con los medios económicos de producción.
Vosotros que comprendéis que la premisa de la enseñanza de los Maestros Ascendidos es la Ley del Uno, no siempre tomáis en cuenta esta ley de la relatividad que gobierna el bien y el mal relativos, que perciben los psicólogos, los científicos y los filósofos mundanos. Más aún, en el mundo de maya, donde el bien y el mal siempre están “relativamente” en oposición, debemos habérnoslas también con el mal uso de los Absolutos que son el Poder, la Sabiduría y el Amor, de los que hemos estado hablando. Por ello hablaremos de ambas ecuaciones, la humana y la divina.
La Ley del Uno, basada en la unidad del Ser, también opera dentro del marco estructural de la razón humana y de los sucesos humanos, y cuando cierra el círculo en la experiencia individual sustenta la Verdad y expone el error.
Pero la percepción humana del mundo “con dos ojos”, adquirida después de apartarse del autoconocimiento prevaleciente en el Edén en el Uno y como el Uno –cuando la visión del mundo del hombre y la mujer dejó de ser única, en el inmaculado ojo omnividente de Dios, y se convirtió en la misma que la de la banda de los ángeles caídos seductores llamados serpientes--, empezó a haber, inalterablemente, dos lados en toda ecuación humana, siempre esperando que tenga lugar el vaivén del péndulo: caliente/frío, izquierda/derecha.
Pero no es éste caso de la ecuación divina. Aquí la verdadera Polaridad Divina de Alfa y Omega, el más/menos de la Divinidad, y de cada miembro de la Trinidad, son las contrapartes Masculino/Femenino del Ser. Ellas son completamente, no opuestas, y siempre cumplen la Ley del Uno como el Todo Divino. Pero, en la condición humana, así como hay un polo positivo hay un polo negativo en cualquier situación dada. Éstas son fuerzas opuestas, rivales por naturaleza y mutuamente destructivas. Por ejemplo, si la tesis es el amor humano, su antítesis será alguna forma de opuesto polarizado del amor: odio, miedo, sospecha y hasta leve desagrado, que son humanos. Su síntesis será una versión diluida de ambas sin compromiso con ninguna.
Ésta es la tibieza de la mediocridad que Jesús desdeñó cuando dijo: “Porque eres tibio, y no frío ni caliente, te escupiré de mi boca”. Y ésta es precisamente la razón de que la evolución económica de la humanidad según Marx y Lenin no conducirá nunca a una conclusión divina: la autotrascendencia siguiendo las Leyes del Amor, la Ley del Uno que contiene en sí la verdadera Trinidad – Poder, sabiduría y Amor – como la triada del ser de todo hombre y toda mujer.
Apartada de los indecisos, que son inconstantes en todo, la Verdad divina permanece en calma como un Sol de Amor para deshacer hasta el más frágil concepto humano y para revelar la Ley del Uno.

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