jueves, 31 de marzo de 2016

La Alquimia Más Elevada 1 de 2*

LA ALQUIMIA MÁS ELEVADA

El sentido de realidad y el sentido de deleite con que el estudiante que aspira a crear se concreta en la nube determinan su eficacia. En la alquimia, como en todas las cosas, la duda y la negación destruyen; la fe y la felicidad sostienen.
El hombre debe llegar a reconocer que el espacio y el tiempo son subdivisiones necesarias de una realidad única, que las limitaciones que personifican, y que proporcionan límites necesarios. Pueden convertirse en escalones para lo ilimitado y en un verdadero medio para que un electrón cualquiera en el espacio se convierta en un universo o para que un universo se convierta en un electrón. La inspiración del aliento sostenido del Espíritu Santo y la expiración crean un remolino de conciencia en anillos concéntricos, que se desplazan rápidamente hacia el extremo de la periferia de la manifestación.
La mente finita puede hallar difícil, al inicio, captar este principio. Para facilitarlo, expliquemos que la conciencia de Dios que sostiene el Universo, también se encuentra dentro del hombre.
Ahora bien, si la conciencia de Dios que sostiene el universo se encuentra dentro del hombre, ¿es irrazonable suponer que el hombre también puede encontrarse dentro de la conciencia que sostiene el universo?
En el intercambio macrocósmico-microcósmico, en el gran flujo de la vida, del deleite. De la alegría sin límites, el hombre percibe la unidad de todo lo que vive; y reconoce que su papel de receptor de los beneficios del universo conlleva la necesaria devolución de los beneficios de su propia conciencia creadora al universo. Hay alegría en la construcción del templo de la vida, pues el orden templado y el servicio templado crean en el individuo un sentido de construir cuando todo lo que hay a su alrededor es la destrucción de valores, moral y fe. Pero en el templo encuentra su papel constructivo entre los papeles de destructividad que los hombres han elegido para sí.
Muchos dicen: “Destruyamos para poder construir”. Que recuerden que antes de poder construir sabia y correctamente toda tendencia a la destrucción debe ser extirpada de su conciencia; porque la ley creadora, al hacer que se extienda la realidad de Dios hacia el marco del orden natural, automáticamente cancela sus imágenes imperfectas.
No hay necesidad de mantener en la conciencia un sentido de destrucción, ni siquiera un sentido de condena. El amado Jesús dijo: “Porque no envió Dios a Su Hijo al mundo para que condene al mundo, más para que el mundo sea salvo por él”. El secreto del Árbol de la Vida puede encontrarse, pero el aspirante debe renunciar primero a su sentido personal, a su sentido de separación de Dios y de la vida, de manera que la conciencia universal pueda fluir hacia él. El aliento del Gran Alquimista se convertirá así en el suyo propio.
No es, entonces, el “yo” personal el que hace las obras, sino el Padre en mí el que hasta ahora obra, y yo obro. El Padre que hasta ahora obra es el esfuerzo creador del universo que realza la visión de la perfección de la vida para una humanidad que se desplaza hacia adelante. El “yo” que obra en la individualidad consciente uncida a la Presencia YO SOY de la Realidad universal. Es el Hijo que obra con el Padre de Todos para producir en todo hombre, y para cada hombre, la suma de la gloria que conocimos juntos antes de que el mundo fuera.
Si manifestaciones imperfectas frustran las funciones de la ley kósmica, entonces recuérdese que el Espíritu acrecienta la calidad de la vida. Gracias a los hermosos dividendos que rinde la aceptación por parte del hombre de su realidad y del flujo de la vida, éste llega a identificarse totalmente con el Espíritu que no tiene forma. Puede entonces, en la manifestación de la forma, crear una relativa perfección, como Arriba, así es abajo.
Tal como el gran Maestro advirtió a sus discípulos: “Sed, pues, perfectos, tal como vuestro padre que está en el Cielo es perfecto”, de la misma manera nosotros deseamos disuadir a la mente de los aspirantes a alquimistas de la idea de que la forma no puede perfeccionarse dentro de un marco relativo.
Admitimos que, según los patrones de evolución, las formas y las ideas se autotrascienden en la gran progresión kósmica de la vida, pero también vemos que dentro de un universo trascendental los científicos han sido capaces de perfeccionar sus métodos e inventos a lo largo de las épocas históricas. Así han sido establecidas las dispensaciones de la ciencia, con la esperanza de que, al  aliviar a los hombres de sus faenas ingratas, utilizarían su tiempo y su energía libres para desarrollar su conciencia crística, que supera y trasciende la mente y el ser mortales del hombre.
La Gran Hermandad Blanca está al corriente de la influencia tan enorme que pueden ejercer en la mente juvenil las tendencias destructoras de la música y el arte. Muchos de los jóvenes de hoy no tienen normas con qué juzgar aquello con lo que se los alimenta, sencillamente porque desde sus primeros años han estado enmarañados en una telaraña de oscuridad que a ellos les parece ser creación de la luz.
Es difícil por ello extender las alas del espíritu Santo hacia estas almas jóvenes, pues el intelecto humano que incita a sus egos rebeldes los ha convencido de que la forma libre y la ausencia de restricciones es el medio por el cual alcanzarán la autorrealización.
Nada podría estar más lejos de la verdad, púes la autodisciplina es el requisito del momento. Pero estas almas sin domeñar no renunciarían a su voluntad humana por nada ni por nadie, de modo que para el príncipe de la oscuridad es fácil encontrar discípulos entre quienes han sido subvertidos desde sus primeros años.



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